El zorzal
Con su pechera rosada
y su levita marr�n;
con ese cuerpo robusto
y ese aire de gran se�or,
nadie lo imaginar�a
tan delicado cantor.
Muere el sol y, junto al r�o,
da sus silbos el zorzal:
la tarde que se marchaba
se volvi�, para escuchar;
el agua que iba corriendo
se detuvo hecha un cristal;
el aire qued� en suspenso;
la brisa, sin respirar;
abri� una boca tama�a
la luna sobre el sauzal,
y con l�grimas de estrellas
el cielo rompi� a llorar...
Anochece... Junto al r�o,
sigue cantando el zorzal.
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